El 22 por ciento de las mujeres mayores de 45 años suelen tener varices. Esto es debido a las secuelas producidas por los embarazos. El aumento de la producción de progesterona convierte el embarazo en un factor de riesgo, ya que esta hormona debilita los tubos venosos y la mayor presión que sufren las venas, al circular por ellas, un 25 por ciento más de sangre durante el período de gestación.
Aunque las varices afectan a ambos sexos, las mujeres padecen este problema en mayor proporción, pues se calcula que uno de cada quince hombres las sufre y una de cada cinco mujeres también.
El flujo sanguíneo, bombeado por el corazón, circula a través de las arterias, y una vez concluida su misión, la sangre regresa al corazón a través de las venas, en cuyas paredes existen una válvulas que la impulsan en su retorno. Cuando existe una insuficiencia en este sistema de retorno porque algún mecanismo no funciona correctamente, es cuando aparecen las varices.
Cuando las válvulas o una vena no funciona correctamente, la sangre se amontona en el tubo venoso y provoca una dilatación. Entonces es cuando esta vena se convierte en varicosa, que se distingue por su aumento de tamaño y por el color morado que se produce por el estancamiento de la sangre. Cuanto más alejado esté el punto de regreso, más dificultades encontrará la sangre para vencer la fuerza de gravedad en su subida y volver al corazón. Por esta causa la mayoría de las varices aparecen en las piernas.
Se llaman varículas a la dilatación de pequeñas venillas cutáneas que parecen hilillos rojos y que solamente son un problema estético.
Los enfermos de varices tienen síntomas de pesadez en las piernas, cansancio, calambres, picores y hormigueo. La mayoría de las veces estas molestias se pueden tratar con masajes, aplicaciones de vendas frías, medias especiales y una medicación adecuada.
Cuando las varices se encuentran en un estado muy avanzado, son tan dolorosas que el enfermo casi no puede mantenerse en pie, además de provocar otros trastornos graves para el organismo, como flebitis, trombosis o embolia pulmonar, que son todos derivados de la formación de coágulos. En estos casos graves, la cirugía es la única solución.
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