El botox

Para rescatar la lozanía del rostro, sobre todo a partir de los cuarenta años, ya no hace falta utilizar el bisturí. Mediante la aplicación de una toxina que paraliza determinados músculos faciales logramos borrar las arrugas.
El botox o botulinum tipo A es la toxina más potente de las siete que se derivan de la bacteria clostridium botulinum. La utilización del botox comenzó en Estados Unidos en los años 60 para el tratamiento de enfermedades relacionadas con desórdenes neurológicos. Es decir, todas las caracterizadas por una involuntaria contracción muscular.
Hace unos quince años, se empezó a utilizar en tratamientos oftalmológicos, en pacientes mayores de doce años, sobre todo para el estrabismo, donde la desviación del ojo es generada por el dominio de un músculo sobre otro. Después de más investigaciones, se descubrió que los efectos del botox pueden resultar beneficiosos para otros problemas de carácter neurológico. Se está aplicando también en el control de la sudoración excesiva de las manos y las plantas de los pies, para lo cual se relaja el músculo que estimula la glándula sudorípara. Pero la gran revolución del botox ha sido, desde hace unos cuatro años, en el campo cosmético.